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lunes, 4 de mayo de 2009

SEGURIDAD Y CUIDADO DE LA SALVACIÓN



1. La seguridad de la salvación.

“Por lo cual puede salvar perpetuamente, a los que por él, se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). 

“Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vía eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28-29).

Estas palabras son alentadoras para todo verdadero hijo de Dios pero, a la vez, reveladoras de los mecanismos de la gracia para traer seguridad a nuestros corazones. La seguridad del creyente estriba, en primer lugar, en el ministerio sacerdotal de Jesucristo a favor de los suyos. Él vive intercediendo por cada una de sus ovejas. A Pedro le dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos Pero yo he orado por tí para que tu fe no falte” (Lucas 22:31,32). En su oración intercesora a favor de los suyos (Juan 17:15) el Señor oró: “No te pido que los quites del mundo, sino que lo guardes del mal”. En segundo lugar, por el conocimiento eterno que él tiene de sus ovejas: él las conoció desde antes de la fundación del mundo. Ese conocimiento lo pone en capacidad de dar la ayuda adecuada y acertada a cada una de ellas, de tal forma que sus ovejas pueden “acercarse confiadamente al trono de la gracia para hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16). En tercer lugar, nuestra seguridad estriba en nuestra permanencia en el área de protección de Dios: SUS MANOS. En “sus manos nadie nos arrebatará”, “no pereceremos jamás”.

En algunos lugares existen lo que se llama “áreas de seguridad”. En sus límites han carteles que dicen: "¡CUIDADO, PELIGRO!" La permanencia en esa área es lo que nos asegura el resguardo del peligro. Dentro de ella, no tenemos que temer, estamos seguros y sentimos que estamos seguros (Hechos 27:31). ¡Pero cuántas veces alguno de los que estuvieron en el área de seguridad TRASPASARON LOS LÍMITES! Todas las promesas de Dios están condicionadas a nuestro libre albedrío (1 Timoteo 6:21; 2 Timoteo 2:18; 2 Pedro 2:21-22). Dios provee las condiciones pero nosotros tenemos la responsabilidad de guardarlas. Dios no viola nuestra voluntad. Note, en los siguientes versículos el “si” condicional y otras expresiones condicionales para nosotros: “Dijo Jesús a los que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8:31;
“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece; y yo le resucitaré en el día postrero” (Léase completo: Juan 6:53:56). “Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe ...” (Hechos 14:22). “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios, la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo si permaneces en esa bondad, pues de otra manera tu también serás cortado y aún ellos, si no permanecen en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volveros a injertar” (Romanos 11: 23. Véase además Colosenses 1:23; 1 Juan 2:28; 3:6).

2. El cuidado de nuestra salvación.

La salvación es un regalo de Dios y, como todo buen regalo, es necesario guardarlo y cuidarlo. La Biblia nos exhorta, en primer lugar: “Por tanto, es necesario que con mas diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1). “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3). Todavía va mas allá cuando Pablo habla a los Filipenses: “Ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12). Jesús nos exhorta diciendo: “He aquí yo vengo pronto; retén lo que tiene para que nadie tome tu corona” (Apocalipsis 3:11). El Señor vuelve a advertir: “Al que venciere será vestido de ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida” (Apocalipsis 3:5); “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aún a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mateo 24:21-25). Y amonesta: “Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).

Toda esta enseñanza nos muestra que hay una parte que tenemos que hacer nosotros para conservarnos en la gracia de Dios. Pedro nos aconseja: “Sed sobrios, y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:8,9).



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