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lunes, 4 de mayo de 2009

LA SANTIFICACIÓN



¿Que relación tiene la REGENERACIÓN con la SANTIFICACIÓN? 

La regeneración tiene que ver con la parte subjetiva de la salvación mientras que la santificación tiene que ver con la objetiva. La regeneración tiene que ver con el inicio de la vida de santidad, la santificación con la continuidad de esta vida. La regeneración es la planta, la santificación es los frutos. La regeneración es como la criatura que nace, la santificación es su desarrollo y crecimiento. La regeneración provee la materia prima, la santificación la elabora. La regeneración es la fuente de la luz, la santificación la lámpara que la proyecta. 


Definición de santificación.

La santificación es una obra directa del Espíritu Santo que perfecciona la vida espiritual del creyente a partir del nuevo nacimiento.

Naturaleza dual de la santificación.

La santificación es tanto estática (un estado) como dinámica y pefeccionable (un proceso).



1. La santificación es estática (un estado). 

En este caso es instantánea. Desde le momento que la persona cree, Dios la santifica. Lo convierte en un santo. A pesar de sus imperfecciones, Dios lo trata como tal ya que al igual que la justificación, la santificación es imputada por la fe (Hechos 26:18; 1 Pedro 1:16; Hebreos 12:14;1 Tesalonicenses 5:23; Véase 2 Corintios 1:1; Efesios 1:1; Filipenses 1:1; Gálatas 1:2).

Cuando analizamos el uso de la palabra “santo” en el Antiguo Testamento, nos damos cuenta que el acto de santificar algo implicaba dos aspectos: por una parte apartar (Génesis 20:8; Levíticos 20:26; Éxodo 40:9; Números 6:2; Levíticos 11:44: 25:10; 2 Crónicas 7:16; Hechos 13:2); y por la otra parte dedicar (Éxodo 13:2; Levítico 27:14; Números 6:2; 1 Samuel 1:11; 1 Crónicas 23:13; 2 Crónicas 35:3).

Como un acto de la soberanía de Dios (Éx. 20:12) , él santificaba con su presencia lugares (Éxodo 3:5); días (Génesis 2:3), personas (Jeremías 1:5).

Por la acción directa de sus siervos eran santificados objetos (2 Crónicas 29:19), artículos y personas (Éxodo 19:10; 19:23; 28:41).

Su pueblo y sus siervos se auto santificaban, cuando se apartaban del pecado y se dedicaban al servicio de Dios y en obediencia al mandato de Dios (Levíticos 11:44; Números 11:18; Joel 2:16).

2. La santificación es dinámica y perfeccionable (un proceso).

Se nos hace un llamado para buscarla (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2). Se nos exhorta a perfeccionarla (2 Corintios 7:1) y al santo se le manda a que “se santifique todavía” (Apocalipsis 22:11).

En este aspecto se la compara con una casa en construcción: “Sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo...” (1 Pedro 2:5), y para lograr esta meta se nos exhorta:

1o. “Desechando toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda las detracciones" (1 Pedro 2:1).
2o. "Desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación..."  (1 Pedro 2:2).
3o. "... acercándoos a él” (1 Pedro 2:4). 

En este proceso se apela a la voluntad del creyente . En el mismo cada uno ayuda a otro a su perfección, cooperando en este proceso Dios, que santifica al creyente. O sea, que el dinamismo de la santificación estriba en la acción del Espíritu de Dios en el creyente y la voluntad del creyente sometida a la voluntad de Dios (Romanos 12:1; 6:13-19).

Otra palabra que la Biblia usa para revelar el aspecto dinámico y progresivo de la santificación es perfección. Esta palabra nos revela los dos aspectos de la santificación.

Como estado, Jesús dijo: “Sed, pues, perfectos, como mi Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).  El deseo de Dios es nuestra perfección (2 Timoteo 3:17; Efesios 4:13: Santiago 1:4).

Pero a la vez nos muestra el aspecto dinámico cuando Pablo nos dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fuí también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome hacia lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios. Así que todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos...” (Filipenses 3:12-15). 

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el creyente es llamado “perfecto” a pesar de sus imperfecciones (Génesis 6:9; Salmo 37:18; Proverbios 2:21; 11:20). El asunto es que Dios nos considera perfectos, aún cuando nosotros no nos sintamos que somos perfectos (Job 9:20; compare con Job 1:1 y 8), porque la perfección es imputada por Dios, aunque perfeccionada en nosotros por la acción de él con consentimiento nuestro. Pablo oraba “por la perfección” de los corintios, aún cuando él los llama “santos” (1 Corintios 1:1). Dios espera que los “perfectos” anden en el camino de la perfección (Salmo 101:2), y que en ese camino alcancen la perfección (Hebreos 6:1).

Los medios de la santificación.

En la acción y proceso de la santificación intervienen un conjunto de factores, elementos y personas que hacen real y efectiva la experiencia de la salvación en el creyente.


1. El Espíritu Santo. 

La obra el Espíritu se especializa en impartir y hacer parte del hombre la naturaleza santa de Dios. El santifica porque él es santo. Él penetra toda la naturaleza humana degenerada por el pecado, la regenera, la limpia, la sana y la pone en condiciones de establecer contacto y comunión con el Santo Dios (Tito 3:5; 2 Tesalonicenses 2:13). El resultado de la obra santificadora del Espíritu es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:16-25), y una vida espiritual de victoria permanente. (2 Corintios 2:14).

2. La Palabra. 

Jesucristo dijo: “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Juan 17:17). La Palabra de Dios es tipificada con el lavacro del Tabernáculo que contenía agua para limpieza o lavamiento del sacerdote antes de oficiar (Tito 3:5). La Palabra hace ver el pecado, la suciedad moral; descubre lo que hay en lo íntimo del corazón, porque es “viva y eficaz y más penetrante que espada de dos filos que penetra hasta partir el alma, y el espíritu y las coyunturas y tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”,(Hebreos 4:12). Pero tiene poder sanador, porque la Palabra es Espíritu y el Espíritu es el que la aplica al alma produciendo los cambios regeneradores, transformadores, renovadores que el hombre necesita (Salmo 107:20; Mateo 8:8; Marcos 16:20; Lucas 4:32-36; 5:5).

3. La sangre de Cristo.

El capítulo 9 de Hebreos nos da la clave para entender la eficacia y el poder limpiador y santificador de la sangre de Cristo. La sangre de los becerros y de los machos cabríos, que fue rociada sobre el libro de la ley para confirmar el Pacto y limpiar el Tabernáculo y todos los vasos del ministerio (vs. 19-20), era un vehículo de purificación y consagración de las cosas santas. Esa sangre de los machos cabríos era típica del poder limpiador (v. 22) y regenerador del pecado, ya que “sin derramamiento de sangre no hay remisión” de pecados. Las figuras de las cosas celestiales fueron purificadas con sangre de becerros, pero las misma cosas celestiales fueron purificadas con la sangre del mismo Jesucristo que tiene poder permanente y efectivo para llevar el pecado, y salvar a los que en él esperan. Esa es la sangre que “nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7) la que nos “ha lavado de todos nuestros pecados” (Apocalipsis 1:5), porque “Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta...” (Hebreos 13:13).


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